Aunque a veces hay excepciones, como la de este afortunado mochuelo europeo (Athene noctua) que fue encontrado a tiempo y se recupera en nuestras instalaciones, la mayoría de las veces que un animal se encuentra con un obstáculo de origen humano, suele terminar en tragedia.

Cada año cientos de animales ingresan en Brinzal a causa de atropellos, choques contra cristaleras sin señalizar, electrocuciones, enganchados en vallas, encerrados en patios, naves o garajes, etc. Esta es sólo una pequeñísima parte de la fauna que encuentra su final debido a accidentes provocados por el ser humano. Cada vez ocupamos más espacios que antes pertenecían a la naturaleza, construimos más edificios, asfaltamos más carreteras o vallamos más terrenos. Es inevitable la expansión del ser humano, pero debería producirse de una manera coherente y sostenible si lo que queremos es disfrutar de nuestros ecosistemas y de la fauna y flora que los habita y conforma.

No son pocas las veces que ingresan animales con las alas destrozadas por los alambres de espino que coronan los vallados y en casi todos los casos las lesiones son irreversibles. Aun sigue habiendo puntos muy negros de electrocución, donde caen decenas de aves que por desconocimiento se posan en un lugar que para ellos es un sitio aparentemente seguro. No hay semana que no se vea algún animal atropellado en las carreteras que rodean las ciudades. Nos gustaría contaros que cada año los ingresos por estos casos son menores, pero por desgracia no es así.

La verdad es que todos estos ingresos por negligencia humana tendrían fácil solución y únicamente la concienciación y la presión popular pueden conseguir el cambio significativo. Tendidos seguros, vallados sin espinos y con espacio para que pasen aves y pequeños mamíferos, pasos para fauna bajo carreteras, cristaleras señalizadas, son pequeños gestos de coste muy bajo que una sociedad avanzada y respetuosa con el medio deberían adoptar. Está en nuestra mano.