A lo largo de la historia el ser humano ha seleccionado numerosas especies durante miles de generaciones para ser utilizadas de muy diversas maneras; como animales de compañía, como protección, como medios de transporte o para consumir su carne y sus productos. Son lo que llamamos animales domésticos.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda tener animales exóticos traídos desde el extranjero como mascotas. Estos animales aun conservan sus instintos más primitivos y su relación con el ser humano se hace cuanto menos complicada. Muchos de estos animales no se adaptan a su vida en cautividad y caen en depresión encerrados en jaulas o terrarios. Aun así, la ley permite obtener muchas de estas especies y algunas consiguen llevar una vida digna a pesar de la privación de libertad.
El problema se nos presenta cuando estas especies se compran de manera ilegal. Muchas se transportan desde sus países de origen en condiciones atroces, hacinadas en jaulas, sin ventilación y alimentadas deficientemente. La mayoría de estos individuos perecen por el camino. Los que llegan, si tienen suerte serán vendidos a alguien que los trate dignamente. La mayoría, simplemente, morirán esperando a ser elegidos.
También nos encontramos con capturas ilegales de animales autóctonos. El resultado son animales silvestres encerrados que no se adaptan a estar entre barrotes y mueren de estrés o depresión, ya que les afecta a su sistema inmunitario. En numerosas ocasiones llegan a nuestro centro grupos de decenas de jilgueros confiscados por la policía a la venta ilegal ambulante. Estas vistosas aves, no soportan el manejo ni la cautividad y mueren por estrés o por los golpes que se propinan contra las jaulas intentando escapar. También ingresan galápagos protegidos. Llegan desnutridos, con el caparazón deformado debido a una mala alimentación y a unas condiciones de hábitat erróneas. A veces ingresan rapaces con las plumas primarias seccionadas, para que no puedan volar. Estas aves pasarán el resto de su vida amarradas a un poste o en una jaula si las autoridades no consiguen liberarlas de su cautiverio.
Otro drama son los expolios de nidos, también al margen de toda regulación. Los animales resultantes, al no haberse reconocido con su propia especie, actúan de forma errática, identificándose con el ser humano o volviéndose más agresivos de lo normal y a menudo cayendo en depresión. La alimentación suele ser deficiente y los huesos se les atrofian, por lo que presentan alas deformadas o no son capaces de ponerse de pie.
A todos nos hace gracia cuando vemos un vídeo en las redes sociales de alguien acariciando a un búho o jugando con un asustado mono titi, pero tenemos que ser conscientes de las condiciones en las que se encuentra ese animal o cuántos de su especie habrán perecido para que ese llegue a donde está.
Hay que concienciarse y tener muy claro que cuidar a un animal conlleva muchas responsabilidades. Hay que saber qué especies son adecuadas para tener como mascotas y cuáles no van a tener una vida digna en cautividad. No se debe adquirir animales sin la pertinente documentación y se debe alertar a las autoridades cuando se conozcan casos como estos. Pero lo más importante quizá sea la educación que reciban los más pequeños, para que cosas tan serias como el sufrimiento animal innecesario no perdure en nuestro tiempo.