Lirón careto detectado en una dehesa ganadera del oeste
Continuamos con las actuaciones del proyecto Influencia de los modelos agropecuarios en la ecología de las especies silvestres amenazadas: el caso de la Lechuza Común, proyecto realizado con el apoyo de la Fundación Bodiversidad, del Ministerio para Transición Ecológica y de la Consejería de medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Comunidad de Madrid.
Tras recoger las características del hábitat ocupado por la especie, vamos a analizarlas para construir un modelo que evidencie cuáles son importantes a la hora de explicar por qué se encuentran allí lechuzas y en otros lugares no. Entre estas características hay una que creemos fundamental: la disponibilidad de recursos tróficos, esto es, micromamíferos. Sin buenas poblaciones de éstos, las lechuzas no prosperan. Estamos convencidos de que, más que el hábitat, la abundancia y diversidad micromamíferos es la característica principal que debe poseer un área para que esta ave se instale y se reproduzca de manera exitosa.
Los micromamíferos son principalmente nocturnos y difíciles de avistar. Por ello, hemos recurrido a la realización de muestreos con trampas Sherman, trampas de captura para micromamíferos que no causan ningún daño al animal capturado. Este sistema es habitualmente utilizado en el seguimiento de las poblaciones de ratones, topillos, musarañas y otros pequeños mamíferos. En nuestro caso consiste en disponer 30 trampas repartidas en tres áreas próximas entre sí que son revisadas cada mañana durante tres días consecutivos. Tras pesar, sexar e identificar a los «inquilinos», se liberan de nuevo.
Hasta la fecha estamos encontrando lo que ya sospechábamos: salvo excepciones, la agricultura de secano del este y sur de Madrid parece no ofrecer un hábitat adecuado para los micromamíferos y, por tanto, tampoco para las lechuzas.